El viaje de Malka

Afortunadamente, cada vez se publican más libros dentro de la LIJ que hablan de la muerte. En este contexto, El viaje de Malka explora el tema con sensibilidad y profundidad, sumergiéndonos no solo en la muerte en sí, sino en el proceso del duelo y la incertidumbre de lo que ocurre con quienes ya partieron.

— Un día me iré muy lejos.

— ¿En barco? — preguntó Malka.

La abuela se encogió de hombros y miró al cielo.

— En barco — dijo.

La trama gira en torno a Malka, una niña que emprende un viaje en barco cuando muere su abuela. Sin embargo, va más allá de una búsqueda física, ya que la travesía se vuelve espiritual a partir de una duda que intenta resolver en el camino: ¿Dios existe?

Entre las páginas de esta historia impregnada de filosofía, hay tres aspectos que encuentro dignos de destacar: el viaje, como metáfora del duelo; el concepto de muerte, explorado con delicadeza pero con honestidad; y el respeto a las infancias en la propia construcción de la obra. Lo explico a continuación.

El viaje

La travesía de la protagonista me parece entrañable desde el momento en que decide los objetos que llevará consigo: en primer lugar, galletas, una linterna y una brújula. Y también un par de cosas que considero que representan su conexión con la realidad y con su ser: un catalejo y una marioneta con quien conversa durante el trayecto.

Por otro lado, me resultan significativos los colores, pues desde un inicio Alicia Varela nos presenta un mundo donde predominan tonos azules, verdes y violetas. Y creo que no es casualidad que la excursión comience en la oscuridad de la noche y que su primer destino sea el fondo del mar, entre cuerpos de ahogados, un claro reflejo del abismo emocional tras perder a un ser querido.

Sin embargo, este inicio, que podría hacernos parecer que la trama será predecible, no debe engañarnos. Los siguientes lugares son completamente inesperados. Sin revelar demasiado, así como hay lugares y situaciones que dan miedo, otros deslumbran con luz y humor. En cada página la realidad y la fantasía se entrelazan, conectándonos con la esencia misma de la existencia.

— Y este cuento me lo contaba mi abuela.

Le entraron ganas de llorar otra vez porque había hablado en pasado y eso significaba que la abuela ya no se lo podría volver a contar.

Todos aplaudieron. La mujer oronda sonrió y dijo:

— Ya has encontrado a tu abuela.

— ¿Dónde?

— En tus cuentos.

El concepto de muerte

Para comprender mejor el viaje, me regresaré al origen de la duda de Malka. En la escuela, ella cuenta que su abuela ha muerto. Su profesora le dice que ahora está con Dios, respuesta que causa revuelo entre los estudiantes debido a la diversidad de creencias.

Creo que desde ese momento, la autora marca la línea que comúnmente se sigue cuando compartimos el fallecimiento de alguien. En afán de consolar, a veces damos respuestas que lejos de reconfortar, generan dudas y mucha inquietud. Además de que, no importa qué contestemos, jamás ofreceremos certezas a quien atraviesa una pérdida, pues en realidad nadie sabe qué pasa cuando morimos. Lo único que sabemos es lo que dice la biología pero es probable que eso no sea toda la respuesta.

— Los espíritus no existen— le había dicho Simón.

Pero a ella, por la noche, se le mezclaban los espíritus con Dios y todo le parecía una misma cosa. Le daba miedo ser tan pequeña, sentirse sola.

Además, Mónica Rodríguez trata el concepto de la muerte sin eufemismos, lo cual me parece muy importante al abordar estos temas con niños, niñas y adolescentes. Para mí, El viaje de Malka representa el duelo desde el momento en que perdemos a alguien y nos enfrentamos a la inmensidad del universo, donde esperamos que nuestro ser amado siga con nosotros, aunque quizá no del modo habitual.

El respeto a las infancias

De la mano del concepto de la muerte, viene el respeto de este libro hacia las infancias. Considero fundamental que cualquier material literario dirigido al público más joven parta de la idea de que se trata de seres pensantes, curiosos y capaces de formar sus propios criterios.

En este sentido, el texto no intenta imponer alguna creencia, y más que centrarse en el aspecto religioso, abre un panorama a muchas cosas que nos preguntamos cuando alguien muere. De este modo, la obra se convierte en una ventana a la diversidad, permitiendo así que cada persona obtenga sus propias conclusiones, algo que lectores de todas las edades agradecemos pero que muchos autores de la LIJ, en su intención de crear una obra aleccionadora o más asimilable, olvidan.

Mi relación con el texto

Por alguna razón (quizá casualidad), poco antes de que mi papá muriera empecé a leer libros donde la muerte cobraba un lugar relevante. Lo curioso es que en ninguno de ellos era el tema principal, sino que atravesaba la historia, por lo que me sorprendí al leerlos. Creo que de alguna manera me estaban preparando para lo que seguía.

Pero este libro en especial lo compré junto con otros tantos. Con un poco de vergüenza confieso que durante la pandemia pedía libros todo el tiempo, y entre ellos adquirí este que simplemente guardé. Al poco tiempo me mudé y tardé mucho en poner en orden mis libreros. No recuerdo haber puesto este título en algún lugar en especial como acostumbro y lo perdí de vista.

Poco después de mudarme, mi papá murió. Cuando eso pasó, no quería saber nada del tema. Me fui acercando con cautela, primero con lecturas sobre el duelo, luego con otras que me recomendaban y más adelante tuve una larga fase de obsesión con los fantasmas. Así como Malka pregunta a todo aquel con quien se encuentra dónde está Dios, yo pasé mucho tiempo buscando fantasmas en todas las conversaciones, pero también en libros, series, podcasts… Incluso me dormía escuchando relatos de terror porque el hecho de saber que había algo más después de morir me tranquilizaba (¡aunque fuera espeluznante!)

Pero recuerdo en especial que un día del año pasado, cuando sentí que estaba pasando a una fase más tranquila y que estaba abierta a hablar de la muerte desde otra perspectiva, casi por instinto saqué este libro entre otros de un mismo estante. Creo que llegó en el mejor momento, porque precisamente el duelo es como ese viaje que hice otra vez con Malka. Y que sigo y seguiré haciendo, porque hay cosas que jamás desaparecen.

—Entonces tu abuela no está— le aclaró el viento. Ya no piensa. Ha desaparecido.

Malka arrugó el entrecejo. No le gustaba que la abuela hubiera desaparecido. Desaparecer y morir eran cosas bien distintas.

En resumen…

Mónica Rodríguez demuestra maestría al tratar un tema tan desafiante para un público joven, ofreciendo una historia que no impone creencias, sino que invita a la reflexión. La narrativa, aunque no sigue un ritmo fluido, se ajusta al propósito de transmitir la lentitud inherente al proceso de duelo. Además las ilustraciones de Alicia Varela son preciosas y ayudan a ver las cosas desde la perspectiva de Malka, que podría ser la de algún otro niño o niña.

Definitivamente, las creadoras de esta obra logran dignificar la experiencia literaria infantil y adolescente al abordar la muerte de manera respetuosa y honesta. Al concluir la lectura, nos queda la reflexión de que, al confrontar la muerte, también exploramos los sitios más luminosos y oscuros de la existencia.

¿Qué libros sobre la muerte dentro de la LIJ recomendarías tú?

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